
Economía para Herejes Desnudando los Mitos de la Economía Ortodoxa
El libro Economía para Herejes: Desnudando los Mitos de la Economía Ortodoxa, del autor Dante A. Urbina, aborda de manera crítica el paradigma dominante de la economía neoclásica, desmontando diez mitos fundamentales que, según el autor, operan como pilares de una ortodoxia económica ya en crisis. El análisis de Urbina no se limita a la teoría: articula sociología, psicología, antropología, historia y filosofía para exponer cómo los supuestos económicos clásicos han perdido contacto con la realidad social, política y humana.
El prefacio del libro plantea que tanto la economía como la teoría económica se encuentran en una crisis profunda, la cual exige nuevas maneras de pensar el fenómeno económico, más allá del credo dominante del mercado puro, la maximización de beneficios y la racionalidad individual. A partir de esta premisa, el autor propone una “herejía” intelectual: cuestionar lo aparentemente incontestable para abrir espacio a una economía más realista, humana y plural.
A continuación se resumen los principales mitos que Urbina examina, junto con sus argumentos centrales y las consecuencias que conllevan.
El mito de la racionalidad del consumidor
La teoría económica ortodoxa describe al individuo-consumidor como un agente racional, que dispone de información completa, que opera con preferencias estables (completitud, transitividad, monotonía), y que maximiza su utilidad. Urbina objeta que esos supuestos no se sostienen frente a los hallazgos de la psicología, la neurociencia, la economía conductual y la antropología: los seres humanos no siempre actúan como “homo economicus”, sometidos a cálculos fríos e independientes de contexto. Elementos como el altruismo, la reciprocidad, la emoción, la incertidumbre y la racionalidad limitada cuestionan esa imagen. Por ejemplo, la “racionalidad acotada” de Herbert Simon, la economía experimental y los sesgos cognitivos documentados por Daniel Kahneman (Premio Nobel) muestran una otra cara del consumidor que no es omnisciente ni siempre maximiza. Urbina concluye que, si el punto de partida es erróneo, muchas políticas económicas basadas en ese modelo pueden resultar poco útiles o incluso contraproducentes.
El mito de la función de producción
La función de producción —la relación técnica que une insumos con outputs— constituye un pilar en la microeconomía y macroeconomía ortodoxas. Urbina critica su formulación, su supuesto de sustitubilidad de factores, su lógica agregada de capital y trabajo y la dificultad de definir “capital” como agregado homogéneo. Al poner en cuestión el supuesto de que se puede cuantificar el capital de forma neutra o que la tecnología es fácilmente acumulable, el autor señala que el modelo es rígido y abstracto, alejado de los fenómenos reales de inversión, innovación, organización empresarial o procesos tecnológicos. Ello debilita el fundamento de muchas derivadas de la economía ortodoxa.
El mito de la teoría de la distribución
La teoría estándar sostiene que los factores de producción (trabajo, capital) obtienen ingresos según su productividad marginal. Urbina invoca críticas históricas (como la de Piero Sraffa) que mostraron las incoherencias internas de la teoría de la distribución marginalista. También cuestiona la noción de mercados laborales libres y competitivos, la suposición de que el trabajo es simplemente un coste y que la contribución de cada factor puede medirse, así como la idea de que la desigualdad es neutral si refleja productividad. Desde una óptica institucionalista y de economía crítica, Urbina plantea que la distribución está mediada por poder, historia, desigualdad y estructuras sociales, y que asumir lo contrario es simplificar.
El mito de la maximización de beneficios
Según la ortodoxia, las empresas maximizan beneficios y esa conducta conduce a eficiencia. Urbina rebate este mito apelando a la incertidumbre, al riesgo, a la agencia, a la complejidad de la decisión empresarial, a la tecnología, al cambio institucional y al conjunto de objetivos múltiples que pueden tener las firmas. Se menciona la visión de Joseph Schumpeter del empresario innovador, la teoría del “animal spirits” de John Maynard Keynes y la economía conductual, que desvinculan la idea de que la empresa es un mero calculador mecánico de beneficios. En consecuencia, políticas que partan de esa maximización universal pueden conducir a resultados equivocados.
El mito de los mercados competitivos
La gran ficción de los mercados “puros” y “perfectamente competitivos” —donde muchas empresas pequeñas venden productos homogéneos, sin poder de mercado y con información perfecta— es una construcción teórica poco realista. Urbina desmonta sus supuestos: competencia perfecta no se encuentra en la realidad económica; las empresas estratégicas, los oligopolios, las economías de escala y el poder de mercado son constantes. También critica la dualidad simplista mercado-planificador y considera que la mano invisible de Adam Smith no se sostiene sin una densidad institucional, social y regulatoria. El mito persiste porque simplifica, pero no ilumina la complejidad real.
The myth of market efficiency (El mito de la eficiencia de los mercados)
La noción de que los mercados tienden al óptimo —por ejemplo vía el óptimo de Pareto— está muy profundamente arraigada en la teoría dominante. Urbina argumenta que el criterio de eficiencia es insuficiente para valorar justicia, equidad, distribución o bienestar real. Las fallas de mercado, la exclusión, la desigualdad, la concentración, la información imperfecta, la inestabilidad financiera (como en la hipótesis de Hyman Minsky) indican que el mercado no es omnipotente ni omnisciente. También se plantea que la eficiencia para unos puede implicar el perjuicio para otros, y que la mera eficiencia técnica no basta como objetivo normativo para la economía.
El mito del equilibrio general
La teoría del equilibrio general, especialmente desarrollada en la tradición neoclásica y formalizada en el teorema de Walras y luego en el modelo DSGE (Dinámica Estocástica de Equilibrio General), asume que todos los mercados se equilibran simultáneamente, que los precios ajustan instantáneamente y que la economía se autorregula. Urbania señala que estos modelos dependen de supuestos extremos (homogeneidad de agentes, información perfecta, continuidad, etc.) que no representan la economía real. Además, se menciona el teorema de Hendrik Sonnenschein-Rolf Mantel-Gerard Debreu que muestra que la unicidad y estabilidad del equilibrio no están garantizadas. En sumario, la teoría ortodoxa del equilibrio general construye castillos teóricos que pueden desconectarse de la realidad económica.
El mito de la no intervención del Estado
La ortodoxia económica promueve la idea de que los mercados funcionan mejor sin intervención estatal. Urbina rebate esta idea señalando que la historia muestra que muchos países han crecido con fuertes intervenciones, inversiones públicas, regulaciones, industrialización estratégica (por ejemplo Alemania, Japón, China) y que la supuesta “ineficiencia intrínseca del Estado” es más bien una construcción ideológica. Asimismo critica argumentos como el de la elección pública, que atribuyen al Estado siempre un comportamiento corrupto o ineficiente, sin reconocer buenas gobernanzas o intervenciones públicas exitosas. Plantea el falso dilema entre “mercado total” y “Estado totalitario”, sugiriendo que se requiere una gobernanza mixta que atienda el poder, la regulación, la inversión social y la protección de la ciudadanía. El mito del libre comercio
El libre comercio, en su formulación ortodoxa, se presenta como una panacea: abrir fronteras, especialización basada en ventajas comparativas, competencia global, todo redunda en crecimiento y bienestar para todos. Urbina replica esta visión aludiendo a la crítica de Raul Prebisch y de Michael Porter: los términos de intercambio no se igualan, las economías periféricas quedan atrapadas en la dependencia, las ventajas comparativas no siempre promueven valor agregado, y los tratados de libre comercio pueden consolidar desigualdades y expulsar de la escalera del desarrollo. La globalización, además, introduce dinámicas de poder, externalidades negativas, competencia desleal y migración de capital que el modelo clásico soslaya.
El mito del desarrollo
Finalmente, Urbina aborda la concepción ortodoxa del “desarrollo económico” —medido a menudo por PIB, crecimiento, exportaciones, inversión extranjera— como algo lineal, universal y neutro. El autor cuestiona que el desarrollo no sea solo cuestión de más bienes o ingreso per cápita, sino de qué tipo de vida, de qué distribución, de qué libertad, de qué medio ambiente, de qué justicia social. Plantea la «paradoja de la felicidad»: países ricos que no son necesariamente sociedades más felices. También cuestiona la concepción de personas como mercancías y un desarrollo que no distingue entre lo bello, lo útil y lo verdadero. Desde una perspectiva personalista, sugiere que el desarrollo debe entenderse en términos humanos y sociales, no como mercancía de cambio o crecimiento a cualquier costo.
Epílogo y propuestas hacia una nueva teoría económica
Al concluir, Urbina no solo señala los errores y mitos, sino que llama a repensar la economía: a construir una teoría que priorice la realidad, que sea interdisciplinaria, que reconozca el papel del Estado, de la sociedad, de la cultura, del poder, de la historia. Propone que la economía deje de entenderse como una ciencia aislada, autónoma de las demás disciplinas sociales, para convertirse en una ciencia social verdaderamente humana, que se oriente a la equidad, la sustentabilidad y el bienestar real, no únicamente a la eficiencia técnica o al crecimiento sin control.
Asimismo, el autor reclama una apertura frente a métodos y supuestos abiertos: reconocer la incertidumbre, la complejidad, la inestabilidad financiera, la heterogeneidad de los agentes, los sesgos cognitivos, la historia contingente y la dimensión ética de la economía. En este sentido, invoca el “primado de la realidad” sobre la belleza de fórmulas o la elegancia de modelos, aludiendo a la famosa frase de Paul Krugman de que «los economistas prefirieron la belleza sobre la verdad».
Relevancia para el lector
Este libro resulta valioso para estudiantes, académicos, profesionales de economía, administración, marketing, negocios internacionales, sociología, psicología, historia, derecho, ciencias políticas, antropología y también para empresarios y responsables de políticas públicas. Su estilo es asequible pero con profundidad intelectual, lo cual lo convierte en una herramienta útil para quienes desean desafiar las versiones convencionales de la economía, comprender sus limitaciones y explorar alternativas.
Desde la perspectiva de un lector crítico, el libro ayuda a:
- Reconocer que la teoría económica dominante no es neutra ni universal, sino que depende de supuestos ideológicos, metodológicos e históricos.
- Identificar cómo muchos instrumentos de política económica tienen respaldo en modelos que no se sostienen completamente frente a la realidad.
- Entender que economía debe dialogar con otras disciplinas para incorporar la complejidad del comportamiento humano, el poder, la historia y la cultura.
- Explorar la necesidad de cambiar las prioridades: no solo más crecimiento, sino mejor vida; no solo más eficiencia, sino mayor justicia; no solo más mercado, sino mayor régimen mixto con regulación y responsabilidad social.
- Participar de un debate más amplio sobre el papel del Estado, el comercio global, la distribución de la riqueza, la gobernanza económica y el significado del desarrollo.
Crítica y retos
Aunque Urbina realiza un trabajo exhaustivo de crítica a la ortodoxia, algunos lectores pueden argumentar que su apuesta por una nueva teoría queda más en el horizonte que en una propuesta concreta. En ocasiones, la amplitud del cuestionamiento puede dejar sin resolver completamente cómo operacionalizar el cambio. Sin embargo, ese carácter provocador es parte de su valor: abre puertas para pensar diferente, más allá de lo habitual.
Aplicación al contexto latinoamericano
Para países como Venezuela o en general en América Latina, que presentan estructuras económicas, históricas e institucionales complejas, el libro ofrece un marco de análisis útil. Las críticas al libre comercio, a la distribución desigual, a la intervención estatal, al desarrollo medido solo en PIB, se enlazan con realidades de dependencia, desigualdad, vulnerabilidad frente a cambios externos y crisis recurrentes. En ese sentido, “Economía para Herejes” se convierte en un llamado a repensar la economía de América Latina desde su propia historia y contexto, no solo replicando recetas del “primer mundo”.
“Economía para Herejes” invita a dejar de aceptar ingenuamente los supuestos de la ortodoxia económica, a desnudarlos, a ver lo que hay detrás de ellos, a interrogar sus efectos en la vida real. Propone que la economía sea una disciplina más humilde, abierta, interdisciplinaria, y que ponga su mirada en la realidad social, en las personas, en la equidad y en el bienestar, no solo en la eficiencia técnica o el crecimiento desenfrenado. Como tal, ofrece un camino hacia una economía más humana, más plural, más consciente de su historia, de sus límites y de sus responsabilidades.
Dante A. Urbina no solo señala los errores de la economía ortodoxa, sino que plantea la urgencia de una transformación conceptual: pasar de un discurso económico centrado en el mercado, el individuo aislado y la abstracción técnica, hacia otro que integre lo social, lo cultural, lo ético, lo histórico. En un mundo donde la crisis financiera, la desigualdad creciente, el cambio climático y la globalización acelerada ponen en jaque los modelos tradicionales, este libro resulta tanto una radiografía crítica como un manifiesto para una economía diferente.